No importan las distancias. Lo importante es el viaje y el que realizó Iván Concepción este pasado verano es el sueño de muchos motoristas. Más aún cuando lo afrontas con una rutera como la Adventure de KTM.
Dicen que lo importante de un viaje no es el destino, sino el camino. Pero en una travesía como la que Iván y su KTM realizaron este pasado verano en la que el punto final es el mítico Cabo Norte quizá haya que hacer una excepción.
El Nordkapp noruego es punto de peregrinación de miles de ‘motards’ durante los meses en los que su clima permite alcanzar este punto que está considerado el más septentrional del continente europeo. Esa etiqueta queda en anécdota cuando se admiran los océanos Atlántico y Ártico y, en verano, el sol de medianoche desde sus imponentes acantilados de más de trescientos metros de altura.
Hace años que el canario Iván Concepción sintió la llamada de la isla de Magerøya y su Cabo Norte. Tres concretamente. “Desde que empecé a hacer rutas con Valsebike tenía esa idea. Es uno de los destinos moteros clásicos y me apetecía mucho, pero por mi trabajo era difícil encajar agenda con otros amigos. Al final, después de varios intentos, decidí hacerlo solo”, explica este usuario de una KTM 1190 Adventure, una moto que, asegura, “es ideal para este tipo de viajes”.
Hay cientos de caminos que conducen al Cabo Norte, más aún cuando el punto de partida del viaje es una de nuestras siete islas. Dispuesto a aprovechar el potencial rutero de su KTM Adventure, Iván Concepción decidió empezarlo cruzando la Península a través de la llamada ‘Ruta de la Plata’, una autovía que une Sevilla con Gijón y que es la segunda con más kilómetros de toda España.
Otro trayecto con un halo mágico porque toma el nombre de la antigua ruta, la Vía de la Plata, que los romanos trazaron entre Mérida y Astorga, y porque en su discurrir muestra todo el catálogo de paisajes que tiene la Península. “Es otra ruta clásica y aunque suponía perder un día de trayecto, mereció muchísimo la pena”, explica Iván, que recogió su KTM en Cádiz y tardó dos jornadas en cruzar la Península de sur a norte desde Cádiz a Gijón previa parada en Plasencia. “Lo mejor es ver la variedad de paisajes que hay alrededor de la ruta, con colores y escenarios a los que no estamos habituados en Canarias”. En Ávila, Salamanca y Zamora dio con fortalezas, castillos, lagos y ríos. “¿Lo mejor? El Puerto de Pajares, en Asturias, porque el cambio de temperatura y de paisajes fue radical, además de divertirme muchísimo conduciendo la 1190 Adventure en una carretera tan virada”.
Al ritmo impuesto por la meteorología
Cuando planificó punto por punto su viaje, Iván sabía que no podía llegar a Noruega más tarde del 15 de septiembre. A partir de esa fecha, con el otoño a la vuelta de la esquina, el tiempo se vuelve más desapacible y las heladas e incluso la nieve pueden poner el riesgo esa hoja de ruta trazada. Buen conocedor del norte español, desde Gijón hizo una única etapa hasta París para no salirse del guion previsto. La capital francesa no podía faltar en él, aunque fuera después de una extenuante etapa pasada por agua. “Es una ciudad increíble. Nunca había estado y me encantó porque se puede recorrer cómodamente en moto. En una sola mañana pude ver algunos de sus lugares más emblemáticos: Torre Eiffel, Notre Dame, Arco del Triunfo…”, recuerda.
Siempre apoyado en un GPS y con la aplicación de mapas de su móvil, planificó el viaje para tener siempre información por duplicado. Las previsiones meteorológicas también fueron una herramienta de consulta habitual, tanto que éstas marcaron en cierta medida el ritmo de la ruta. De su experiencia en los viajes que Valsebike organiza en Marruecos mantuvo a lo largo de todo el viaje la rutina de levantarse temprano, desayunar y preparar la moto.
Desde París, Iván y su KTM pusieron rumbo a Brujas a través de Dunkerke, con visita incluida a sus playas. Una jornada mucho más llevadera con 350 kilómetros a lo largo de seis horas pilotando y, de nuevo, con la lluvia como incómoda compañera. Al día siguiente, un nuevo país. De Bélgica a Holanda y su capital, Ámsterdam, con otros 350 kilómetros en la mochila. Allí pasó alrededor de un día antes de enfundarse el casco de nuevo y emprender el camino hacia la ciudad de Colonia y Hamburgo como destino final a través de las célebres ‘autobahn’ alemanas.
“Después de unos cuantos días con desayunos muy pobres en los diferentes hoteles por lo que pasé me di un pedazo de homenaje en el Hotel Codes de Hamburgo. A veinte minutos está el centro de la ciudad, así que aproveché por la mañana para ver la Rathausplatz, la plaza del Ayuntamiento, en la que está el edificio de la Cámara de Comercio, la iglesia de San Nicolás”, rememora este aventurero natural de Tenerife.
El mal tiempo ocasionó el primer cambio de planes. Copenhague debía ser el siguiente punto de la ruta, pero el viaje de 350 kilómetros se alargó demasiado por culpa de la intensa lluvia. “Preferí sacrificar la estancia en Copenhague para poder cruzar ese mismo día el puente que une Dinamarca con Suecia y dirigirme hasta Malmo”. Esta ciudad es otro de los destinos habituales en una ruta hasta el Nordkapp y está conectada la capital danesa a través del puente Oresund.
Los kilómetros vuelan
A partir de aquí los paisajes se vuelven cada vez más majestuosos. Camino a Estocolmo, los kilómetros pasan volando, en parte por esas vistas, pero también “porque a estas alturas del viaje el cuerpo ni lo nota”. “Después de 750 kilómetros llegué a un hotel a las afueras de la ciudad rodeado de un bonito lago y con un embarcadero. De haber tenido unos neumáticos adecuados me habría atrevido incluso a adentrarme en algunas de las muchas pistas paralelas a la carretera principal y que conectan bosques y lagos”, explica.
Tras recorrer, siempre a lomos de su KTM Adventure, los lugares más importantes de la capital sueca, a media mañana reemprendió la ruta hacia Höga Kusten, en la costa este del país. Otros 450 kilómetros recorridos en nueve horas de viaje con una cabaña junto a uno de los muchísimos lagos de la zona como punto seguido. Un lugar paradisíaco para cargar las pilas y así poder acometer la penúltima etapa de este viaje al Cabo Norte.
Tromso debía ser el siguiente punto, pero ante la previsión de mal tiempo, había que acelerar la llegada al Nordkapp al viernes día 13 de septiembre y decidió acometer 700 kilómetros para alcanzar Kiruna. Completadas las dos terceras partes de la etapa llegó uno de los pocos contratiempos técnicos del viaje. “Saltó la alarma de pérdida de presión a 250 km del final. En mitad de la nada y a dos horas del atardecer había pinchado al clavarse un tornillo en la rueda trasera”. A cientos de kilómetros de la civilización y con el riesgo de una helada nocturna, Iván tiró de experiencia. “Sabía que si no movía el tornillo podía aguantar. Y lo conseguí a pesar de que en las dos únicas gasolineras que me encontré por el camino no tenían ninguna máquina para llenar de aire el neumático. Al llegar al camping donde iba a pasar la noche aproveché la poca luz que había para sacar el kit de reparación”. Para celebrar que había superado este inconveniente aprovechó que el famoso Icehotel de Jukkasjärvi para recuperar fuerzas.
Última etapa
Y, por fin, última etapa y una mezcla de sensaciones: la ilusión por poder ver un enclave mágico, la satisfacción de acometer un viaje inolvidable y la pena por llegar ya al punto de destino. “Madrugué porque tenía 670 kilómetros, nueve horas y media y el paso por tres fronteras por delante”. Y una última lección. Aunque en Marruecos ya comprobó lo importante que es prever los repostajes y en este viaje no necesitó echar mano de las socorridas petacas, dejado atrás Estocolmo sí se hizo necesario llenar el depósito ante cualquier imprevisto. “Las gasolineras están a una media de 25 kilómetros, pero no hay que confiarse. La mayoría son automáticas, como en casi toda Europa, y en caso de que no funcione la tarjeta de crédito te puedes ver en un problema. Nada más salir por la mañana fui a una para repostar y poner aire en la rueda trasera, pero cuando llegué a Noruega, con el depósito a menos de la mitad, me di cuenta que, según el GPS, quedaban 160 kilómetros para llegar a la siguiente”.
Superado, ahora sí, el último trance, ya en territorio noruego recorrió 150 kilómetros de curvas por la carretera que bordea la escarpada costa y, tras el paso por varios túneles, alcanzó el deseado Cabo Norte. Un lugar que está en la misma latitud que Siberia y cuyo monumento en forma de globo terráqueo señalando el norte es foto obligatoria para todo aquel que lo alcanza.
Con alrededor de 6.700 kilómetros recorridos y once días de viaje, Iván Concepción había cumplido un sueño. “Ha sido una experiencia inolvidable. Repetiría sin pensármelo, pero, tal y como me aconsejaron en Valsebike, acompañado. Como cualquier ruta, tiene su riesgo. De hecho, mi experiencia en sus Aventuras en Marruecos me han sido muy útiles a la hora de planificar la ruta y saber lo que se debe y lo que no se debe hacer. ¿Siguientes viajes? A finales de otoño tengo previsto hacer una ruta por España y a finales de año daré el salto a Italia”.
Por supuesto, con su KTM Adventure.